martes, 7 de febrero de 2012

ORO NEGRO: EL CAFÉ

El origen del café se situa en Etiopía.
"Tres leyendas explican el origen de su uso como una bebida.
Una relata la historia de un joven y apuesto curandero llamado Alí, que trabajaba en el mercado de Gondar, en el África Oriental. Un día la princesa Jazmín, la hermosa hija del rey de reyes, pasó por el mercado. Las miradas se cruzaron; Alí y la princesa quedaron enseguida enamorados.
Por supuesto el rey no aprobó esa relación. Ordenó apresar al joven y lo desterró. El pobre Alí comprendió que sólo con un regalo excepcional tendría alguna oportunidad de conquistar a su amada Jazmín. Durante tres años buscó qué ofrecer al monarca. Para no quedarse dormido, comenzó a tomar una infusión que había descubierto casualmente cuando unas bayas de un arbusto cercano cayeron en un jarro donde hervía agua. Alí estaba a punto de desfallecer, cuando una noche comprendió que ese era el regalo que buscaba.Alí llevó su bebida al sultán, y este quedó tan complacido que, en recompensa, le otorgó al muchacho la mano de Jazmín.
Otra tradición dice que un pastor de cabras abisinio llamado Kaldi descubrió las cualidades del café cuando vio que los animales que cuidaba se llenaban de energía al comer los granos de un arbusto silvestre. Kaldi saboreó los frutos del arbusto y experimentó efectos de euforia. Llevó algunas bayas al convento de Kaffa y las presentó a un monje. El religioso inició con Kaldi una serie de experimentos, entre los cuales estuvo la preparación de una infusión, que en un principio resultó bastante horrible. Un afortunado accidente puso algunos granos en el fuego: un aroma delicioso los hizo comprender que la bebida mejoraría enormemente si los granos se tostaban antes de preparar la infusión.
Una tercera leyenda viene de Arabia y le concede al café un origen divino. Un día en que Alá vio a su profeta Mahoma atribulado por los muchos problemas que afrontaba, le envió al arcángel Gabriel con un regalo que lo animara y le diera consuelo: una bebida “negra como la piedra negra de la Kaaba."

Tomar café en Etiopía es toda una ceremonia. Las mujeres esparcen hierba fresca por el suelo, para meter en casa parte de la fragancia y la frescura del exterior. Se sienta en una esquina sobre un taburete, junto a un brasero de carbón y enciende el incienso, aumentando el encanto de la atmósfera. Normalmente, prepara algo de picar, repartiéndolo entre los invitados. Luego comienza a tostar los granos verdes de café, agitándolos en un cuenco cóncavo para tostarlos uniformemente. Una vez tostados los granos hasta el punto adecuado, vuelve a la mesa y agita el cuenco ante cada uno de los invitados, para que puedan percibir la agradable fragancia del aroma, luego sale fuera de la casa, donde está la cocina. Desde el interior, se escucha el sonido del mortero y el mazo utilizados para moler los granos. La mujer regresa con la tradicional jebenà, una jarra de arcilla redonda y panzuda en la base con un largo cuello lateral que termina en pico. Tras haber calentado el agua de la jarra en el brasero, añade el café molido y lo lleva a ebullición. A continuación, vierte el café en las tazas sin asa, añade el azúcar y, a menudo, una ramita de ruda. El café ya está listo para ser consumido. Cuando todos han terminado de beberlo, la mujer retira las tazas, añade más agua y prepara la segunda ronda, utilizando los mismos granos. La tradición dicta que se prepare una tercera ronda si los invitados así lo desean. En Etiopía, se dice que la primera ronda, más fuerte, es para los padres, la segunda para las madres y la tercera para los niños.

Etiopía es uno de los países más pobres del mundo. Tres de cada cuatro personas viven con menos de 1 dólar por día. Muchas de estas personas se ganan la vida y apoyan a sus familias cultivando café. Unos 15 millones de personas dependen de este cultivo en Etiopía, la mayoría cultivando pequeños terrenos de poco más de una hectárea.
 El café supone entre el 40 y el 60 por ciento del mercado de exportación. Entre 2000 y 2003, los precios mundiales del café cayeron en picado, y Etiopía perdió casi el 59 por ciento de sus ingresos, lo que empeoró una crisis humanitaria y alimentaria que aún continúa.


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