Aquella mañana en la escuela estaba resultando muy diferente para Hayle y Meklit. Los dos pequeños, hermanos de 5 y 6 años, estaban totalmente absortos escuchando la historia que su profesor les estaba contando. Ellos que tantos cuentos de reyes, reinas, princesas y príncipes habían escuchado desde pequeños, no podían mas que sentirse fascinados al saber que en la historia de su propio país, de su ciudad, de su pueblo, había una leyenda arraigada en la tradición mas arcaica que les resultaba tan fascinante como cualquiera de aquellos cuentos de cuna.
Su profesor les estaba relatando la historia con la que se han sentado las bases de la iglesia Ortodoxa Etíope, la misma historia que dio pie a su libro sagrado: el Kebra Nagast. La historia de cómo el Arca de la Alianza en la que Yahvé, el Dios de los Judíos, les había ordenado guardar las Tablas de la Ley, un tesoro mítico que por azar de la historia había llegado hasta Etiopia.